Supervivientes de la enfermedad mental y de la psiquiatría

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Supervivientes de la enfermedad mental y de la psiquiatría

Conocí a Ismael en una Unidad de Rehabilitación Psiquiátrica.
Nunca sabré por qué él jamás perdía la sonrisa, aunque su rigidez de movimientos (como un robot) evidenciaba que estaba sometido a un duro tratamiento. Me contaba que, el año anterior (2003), había sido ingresado 11 veces.
Yo también estaba sometido a un tratamiento bestial, por culpa de una tal Doctora De Carlos y de todo el sistema. 6 miligramos al día de Risperdal (nombre comercial; el genérico es Risperidona), el antipsicótico más primitivo que todavía se usa en psiquiatría hoy en día y derivado directo del Haloperidol, inventado en 1958.
El Risperdal barre el neuro-transmisor dopamina de tu cerebro. Se acompaña de Akineton, un anti-parkinsoniano, porque los enfermos de Parkinson sufren la muerte de las neuronas que producen dopamina. La dopamina es fundamental para el sistema psicomotriz (de ahí mi rigidez, lentitud y torpeza de entonces), el de alerta (su falta produce somnolencia, pérdida de reflejos y de atención, etc.; el café y las anfetaminas serían dopaminérgicos), la motivación, el valor, la confianza en uno mismo, y el sistema de recompensa (placer): por ejemplo, cuando escuchas música que te gusta, tu cerebro produce un chute de dopamina. Este neuro-transmisor también se dispara en el enamoramiento, y, si os puedo confesar algo, antes de perder la cabeza de verdad, yo ya la había perdido por una chica, el año anterior.
Pero estamos en 2004. Yo, zombie, abatido, rallado, embotado, triste, e Ismael, siempre contento, extrañamente (pero hasta su sonrisa era rígida).
Un día, estaba yo esperando al autobús en la parada para volver a casa y le vi venir. Ismael me preguntó, con su gran sonrisa, que contrastaba tanto con mi rostro inexpresivo y mustio:
--¿Qué, cómo lo llevas?
-- No imaginaba que mi vida iba a terminar así--contesté, convencido.
-- ¡No digas eso, que tienes toda la vida por delante!--, me dijo él, con su gran sonrisa. Pero yo era incapaz de comprenderle.
Al poco de eso, otro día de aquellos tan negros, de ese invierno tan largo y tan duro de 2004, mi padre me vio venir por la calle tan zombie, grogui, despistado, que yo no lo vi a él. "¡Has cruzado sin mirar!", me advirtió. Me daba igual, como todo. "Te voy a cambiar de médico", me anunció entonces. La luz se asomaba tenue al final del túnel, pero tampoco me di cuenta entonces.
El nuevo doctor me cambió el tratamiento, a otro menos dañino y más moderno, y poco a poco comencé a remontar.
Con el tiempo, terminaría la carrera, un máster y no me fue del todo mal en lo mío.
En cuanto al sonriente Ismael, murió de sobredosis, no se sabe si voluntaria, provocada o accidental, en unas escaleras de la periferia en 2005.
Dedicado a todos los supervivientes de la enfermedad mental y del sistema de salud mental, así como a los que se quedaron en el camino, en especial a Ismael y a Mei-Lan Wang.



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