Crónica de un ingreso voluntario reciente en Psiquiatría


Crónica de un ingreso voluntario reciente en Psiquiatría


El Covid ha traído las mascarillas y la prohibición de fumar en todo el recinto, así como de salidas y visitas, que se suman a las anteriores restricciones


El hospital de agudos de Psiquiatría de Osakidetza en Donostia es un gran desconocido para quienes no han entrado nunca. Con móviles y cámaras prohibidas, sólo quedan las notas del paciente como registro, amén de su memoria y de las grabaciones de las cámaras de seguridad que no hayan sido destruidas.
El centro ha mejorado mucho en limpieza y organización en los últimos años. Además, el Covid ha traído consigo que no se crucen los pacientes de ambas alas, A y B; las mascarillas, dos tomas de temperatura diarias, pruebas PCR, aislamiento de los recién llegados, así como la prohibición del tabaco, de las salidas y de las visitas. Tampoco se puede recibir llamadas, aunque es posible efectuar dos al día, por lo que conviene llevar números apuntados si no se saben de memoria.
De ambiente a ratos dantesco y en otros divertido, el recinto agrupa a personas muy diversas entre las que se teje una convivencia muy intensa. El encierro es duro y las experiencias a menudo desagradables, pero cabe recordar que, mientras que el paciente está de paso, las auxiliares, enfermeras y el resto del personal están ahí todo el año, lo que permite a la persona ingresada ser comprensiva con las medidas de seguridad si su estado mental se lo permite. Casi todo el personal son mujeres y no hay guardas de seguridad en el centro, aunque acuden raudos si son requeridos por el personal, capaz por otra parte de efectuar reducciones usando el diálogo y el número más que la fuerza.
Quien escribe estas líneas ha sufrido un ingreso de 17 días que no por voluntario ha dejado de ser duro y quiere contar aquí su experiencia. Atrás quedan risas, lágrimas, amigos temporales, coqueteos (por cierto, las relaciones íntimas están prohibidas, así como los preservativos), auto lesiones de otros pacientes, gritos desgarradores de noche desde otras habitaciones, sujeciones mecánicas con correas a la cama a los exaltados o a quien se niegue a medicarse, muchas horas de intensa convivencia, poca intimidad, muchas horas de permanecer en las habitaciones con las puertas cerradas por fuera (de noche desde las 21.00 horas a las 9.00 horas y por la tarde de 14.00 a 16.00 por ejemplo), un horario estricto con seis comidas diarias (desayuno a las 9, fruta o zumo a las 11, comida casi a la una, merienda con café flojo como el del desayuno a las 16.00 horas, fruta o zumo a las 18.00 y cena casi a las 20.00) y la cercanía, casi el cariño, no solo de muchos pacientes entre ellos, sino también de gran parte del personal, si no la mayoría, hacia las personas cuidadas.

(No sé si continuará)

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